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Historia de la Plaza Rocafuerte

Plaza de San Francisco en 1892Los orígenes de la plaza de San Francisco se remontan a la época colonial, a finales del siglo XVII, cuando los guayaquileños empezaron a poblar Ciudad Nueva. En 1700, ya se habían repartido los solares circundantes y la plazoleta aparecía rodeada por las casas de Antonio Salavarría, Francisco Castañeda, Joseph Morán, Magdalena de Castañeda, Juan de Aguirre y el propio convento de San Francisco, que aún no ocupaba la totalidad de la cuadra.

El cabildo amenazó con derribar el convento de los franciscanos, porque habían construido más allá de la línea de fábrica; no obstante, los clérigos impusieron su voluntad, haciendo uso de sus influencias. No en vano, la cofradía de Nuestra Señora de los Ángeles, a su cargo, era una de las más populares de la ciudad, ya que agrupaba a los trabajadores de los astilleros y sus familias.

La plazoleta y luego plaza de San Francisco fue el punto medular de Ciudad Nueva. En ella se celebraban todas las fiestas populares: corridas de toros, juegos de luces, comedias y elección de reinas desde 1900. También convivía la otra cara de Jano: en el siglo XIX, en tiempos de revueltas, la plaza se convertía en paredón.

La estación del tranvía al pie de la plaza, 1912Desde 1880, la plaza alberga la primera estatua que tuvo Guayaquil: el monumento a Vicente Rocafuerte; en ese momento, empezó a llamarse, indistintamente, Plaza de San Francisco o Plaza Rocafuerte. En 1896, las secuelas del "incendio grande" afectaron tan hermosa estatua; no obstante, se mantuvo en pie y su restauración corrió a cargo de la Sociedad Filantrópica del Guayas.

A pesar de la seriedad de su talante, Vicente Rocafuerte ha sido muy inquieto, porque a través de la historia se ha movido varias veces, a lo largo y ancho de la plaza.

La estatua de Rocafuerte en 1925; esquina de Vélez y Pedro Carbo En 1917, el costumbrista José Antonio Campos, conocido como Jack the Ripper, ironizaba que el tribuno estaba creciendo, porque se le había añadido un bloque de piedra debajo del zócalo original. Campos diría hoy que se está bañando en una piscina, en medio de una plaza más cuidada y limpia, con mayor espacio para transitar.

por: Historiador Ángel Emilio Hidalgo.


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