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Huella ecológica y desarrollo sostenible

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  • Junio, 2007
deforestacion en la selva amazonica

La huella ecológica mide la demanda de la humanidad sobre la biosfera, en términos de área de tierra y agua biológicamente productiva para proporcionar los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por un individuo promedio o una ciudad, un país, o toda la humanidad. Las personas consumen recursos y servicios ecológicos provenientes de todos los lugares del mundo, de tal manera que su huella es la suma de estas áreas de consumo, donde quiera que se encuentren en el planeta.

 

La metodología de cálculo de la huella ecológica consiste en contabilizar (en unidades físicas) el consumo medio por habitante en cada sector demandante (alimentación, vivienda y servicios, movilidad y transporte, bienes de consumo), y transformarlos mediante índices de productividad en superficies biológicas productivas reales para cada tipología de terreno productivo (cultivos, pastos, bosques, mar productivo, terreno construido y áreas para absorber CO2.). De la suma de todas las superficies se obtiene la huella ecológica total, este cálculo se puede aplicar tanto a un individuo, a un país, o a todo el mundo.

 

Según el Living Planet Report 2006 de la World Wildlife Foundation, en el año 2003 la biocapacidad de la tierra alcanzaba 11.200 millones de hectáreas globales de espacio biológicamente productivo, en términos de superficie esto representa aproximadamente un cuarto de la superficie del planeta, que repartidas de forma equitativa, entre una población de 6.301,5 millones da 1.78 Ha. globales por persona (una hectárea global es una hectárea con la capacidad mundial promedio de producir recursos y absorber desechos). El informe indica que a partir de los años 80 la huella ecológica mundial excedió la biocapacidad del planeta, manteniendo esta tendencia de crecimiento, alcanzando en el año 2003 a 2.2 Ha., es decir que nuestra huella actual excede un 25% la capacidad del planeta de regenerarse.

Como puede ser esto posible?... la respuesta es que hay 63 países que consumen por encima de la media que les corresponde, 42 de estos son los países mas ricos del mundo, su población corresponde al 20% de la humanidad, pero su apropiación de recursos es muy desigual y su sobreconsumo enorme. Los Emiratos Árabes Unidos tienen la huella ecológica mas alta: 11.9 Ha., seguido de los Estados Unidos con 9.4 Ha. (321.5 % por encima de la media mundial), Ecuador tiene una huella de 1.5 Ha. (15.7 % por debajo de la media mundial) y Somalia tiene la huella mas baja: 0.4 Ha.

 

Este escenario evidencia que los países con una huella ecológica superior a la capacidad biológica de la tierra (1.8 hag) están consumiendo recursos fuera de sus territorios, o bien, hipotecando y haciendo uso de los recursos de las futuras generaciones, además con la sobreexplotación también esta la degradación y la destrucción de los habitats y la permanente perdida de la productividad de los ecosistemas. El entendimiento de la huella ecológica evidencia un dilema ético; el exceso de lo que consume el grupo que mas tiene de alguna forma u otra les esta siendo quitado al grupo que menos tiene, el problema radica en la imposibilidad de que el grupo que menos tiene se “desarrolle” ya que si las 189 naciones formalmente constituidas que existen alcanzaran la huella de los 42 países más ricos, se necesitaría otro planeta del tamaño de la tierra para permanecer en equilibrio con nuestra base biológica.

 

El gran problema es que el tiempo se acorta, ya que si la tendencia de crecimiento de las economías y poblaciones continua igual, en el año 2050 la demanda de la humanidad sobre la naturaleza será el doble de la capacidad productiva de la biosfera, es decir que para ese entonces el patrimonio ecológico habrá colapsado, sin contar con las consecuencia del calentamiento global.

 

La gran verdad inconveniente es que el cambio cuesta, pero más que el costo monetario de cambiar tecnologías “sucias” por “limpias”, lo cuesta es cambiar nuestros tradicionales esquemas de pensamiento. El reto de reducir nuestra huella trastoca la esencia misma de nuestros actuales modelos de desarrollo económico. El Living Planet Report 2006 indica que al comparar la huella ecológica con mediciones reconocidas como el índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, se evidencia  claramente que lo que actualmente aceptamos y percibimos como un “alto nivel de desarrollo” esta muy lejos del objetivo de alcanzar un desarrollo sostenible. Es así que la visión de algunos modelos de desarrollo occidentales se resume en RIQUEZA = EXCESO. Esta visión limitará inevitablemente la posibilidad de desarrollo en los países pobres y mantendrá la prosperidad de los ricos. La paradoja de todo esto es que actualmente los países ricos están usufructuando gratuitamente de los servicios ambientales que los bosques tropicales producen (captación y almacenamiento del carbono para mitigar el cambio climático mundial, la conservación de suelos y aguas, banco genético, plantas medicinales e investigación científica, bienes y servicios, etc. etc.), casualmente en un mapa de distribución de riqueza (acumulada mayoritariamente en el norte), estos bosques están donde se ubican países pobres (América) y muy pobres (África). Esta situación hace necesario el planteamiento de un nuevo orden en la economía mundial donde se ponga en valor los servicios ambientales de los bosques, que permita a los países con este crédito ecológico obtener beneficios por la no explotación de sus recursos, manteniéndolos como un patrimonio mundial bajo su soberanía. Esta coyuntura la vivimos actualmente con el Parque Nacional Yasuní, altamente degradado por la extracción petrolera, y con la prometida carretera Manta – Manaos.

 

Las grandes potencias han establecido las reglas del juego de una economía basada en el consumo fundamentalista, hasta el punto de predicar a sus ciudadanos que consumir más los convierte en “patriotas” por mover las economías de sus países. La actual economía globalizada y el actual sistema social han proporcionado un bienestar poco equitativo a unos cuantos y la marginación y la miseria a la mayoría. Existe una producción globalizada, comercio, finanzas y comunicación, pero se ha creado desempleo a escala regional y mundial aumentando la diferencia de ingresos, y una degradación progresiva del medioambiente global y local. Mientras el 20% de la población rica se hace cada vez mas rica, 1,2 miles de millones de personas están inmersas en la pobreza absoluta, superviviendo con apenas un dólar al día en cinturones de miseria urbanos y en zonas rurales deprimidas del interior.

Ante este panorama la especie humana vive un momento histórico donde ya no queda mucho tiempo para aprender las lecciones de nuestros errores y evolucionar despojándonos de caducos y abyectos modelos que conforman la visión que tenemos “civilización” o “sociedad” moderna que no están en armonía con el respeto a la naturaleza, con el respeto e igualdad entre los seres humanos sin importar sus creencias, razas, o estilos de vida, y con la repartición justa y equitativa de la riqueza global. De las decisiones que se tomen hoy dependerá nuestra permanencia en la tierra, algunas de estas están poco a poco siendo tomadas por gobiernos, ciudades o comunidades responsables, pero no queda mucho tiempo, y el gran cambio de conciencia aun tiene que venir de la decisión política de los gobiernos que mas contaminan a los cuales lo inconveniente no los incomoda.

 

El desarrollo sostenible ha cobrado vigor en las últimas décadas, hasta convertirse en unos de los paradigmas centrales del nuevo milenio. Definido como “la capacidad de satisfacer nuestras necesidades actúales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas”, este modelo de desarrollo es aplicable a cualquier actividad humana constituyéndose en la ruta mas segura para reducir su huella ecológica, y su aplicabilidad puede ser decisión de un individuo, de un barrio, una ciudad, un país, o toda la comunidad de naciones, obviamente la decisión política es muy importante, ya que en muchos casos como por ejemplo el reciclaje, se necesita el apoyo de todo un sistema, que inevitablemente debe ser impulsado por los gobiernos locales, y en este caso los alcaldes del mundo han cobrado tanta importancia como los presidentes, ya estamos viendo ejemplos de ciudades con exitosos procesos de sostenibilidad, pero no países, incluso en los Estados Unidos donde el gobierno no se ha comprometido, algunas ciudades han decidido ser responsables y trabajar en modelos sostenibles y en la reducción de emisiones de CO2.

La importancia de transformar las ciudades en “comunidades humanas sostenibles” radica en que las ciudades son intrínsecamente insostenibles porque muy pocos de los recursos naturales usados por sus habitantes provienen de sus propios limites, exigiendo mas recursos de ecosistemas mas alejados; acuíferos, humedales, bosques y tierras de cultivo, son todos imprescindibles para la supervivencia de la urbe. Es así que del mismo modo en que la naturaleza no puede concentrar los recursos necesarios para hacer sostenible la vida urbana, tampoco puede dispersar las enormes cantidades de desechos producidos.  Estas condiciones de complejidad se agravan con el continuo crecimiento de las ciudades; actualmente, alrededor del 50% de la población humana vive en zonas urbanas y para el año 2025 se prevé que el porcentaje de población urbana llega al 75%, hemos entrado en una nueva era donde el estilo de vida predominante es el urbano.

La urbanización complica enormemente el reciclaje de nutrientes. Miles de nutrientes vegetales básicos (nitrógeno, fósforo y potasio) van del campo a la ciudad para ser consumidos y luego transformados en desechos orgánicos. Los nutrientes humanos presentes en estos desechos son vertidos en aguas residuales, que nadie reclama como propias, y en muchos casos contaminan acuíferos, ríos y océanos, cuando en realidad estos nutrientes deberían retornar a las áreas de producción agrícola.

Las ciudades ecológicamente sostenibles deben ser capaces de: cerrar los ciclos de los nutrientes, reciclar todos los desechos, reducir las emisiones de CO2 con sistemas de transportes “limpios” y eficientes, pero potenciando el uso de bicicletas, tener autosuficiencia energética a través de energías alternativas, contar con habitats naturales dentro y fuera de su perímetro urbano que permitan la regulación del clima y el esparcimiento e integración de sus ciudadanos, tener un balance adecuado entre su densidad y la proximidad de obtener sus recursos y de asimilar sus desechos, potenciar los usos mixtos de los centros urbanos, tener una visión y dimensión humana. En ciudades como Quito y Guayaquil los sistemas de transporte masivo y las intervenciones en el espacio público han sido buenos inicios, pero aun falta mucho por hacer, y es el reciclaje el que debería ser la prioridad en las agendas de nuestros gobiernos locales.

 

/douglasdreherarquitecto

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