El Malecón atenúa la hostilidad social en Guayaquil
Diseñador del malecón 2000 Douglas Dreher Andrade
El Malecón 2000 es un sitio de paseo de gente de toda la ciudad. ¿Así lo imaginó desde el inicio?
Así es. Una investigación del Banco Central muestra que el 80 por ciento de los visitantes del Malecón 2000 son de niveles medios y bajos. Y sobre todo bajos, porque los estratos medios en un fin de semana típico pueden ir a la playa y a los cines... Desde el inicio de la planificación se pensó que éste era un espacio público, y tenía que ser democrático en todos los aspectos.
¿Qué cambia en una ciudad cuando existen estos lugares de encuentro?
El espacio público viene desde Grecia antigua. En las plazas se reunía la gente en grandes tertulias, para discutir temas de la vida diaria o de filosofía, que concernían a los ciudadanos. Los efectos de la regeneración podrán medirse en 10 ó 15 años, pero vemos ya de manera tangible que ha mejorado la autoestima de la gente, y ha disminuido la hostilidad.
¿Ha reducido la hostilidad?
Es que la ciudad se desarrolló como puerto y centro económico, pero dejó de lado valores estéticos y culturales. Ahora ha vuelto a considerarse que el espacio público es de todos.
¿Qué pasa con las personas que cuentan con unos sitios de paseo de lujo y viven en una casita de caña?
Me he hecho esa pregunta muchas veces. Al principio la gente venía con resentimiento y decía: ‘Cómo desperdician el agua en las piletas, mientras yo no tengo agua’. Otra gente se llevaba las plantas porque decía: ‘Yo la pagué con mi dinero’. Mucha gente dice que con un pedazo de mármol pueden hacerse cuatro casitas de Hogar de Cristo. Pero creo que el Municipio debe velar por los intereses de la ciudad y del espacio público, la instancia más democrática que puede tener una ciudad.
Guayaquil también se desarrolla detrás de muros...
Sí, en feudos: una gran muralla detrás de la cual los ricos nos encerramos. Así nos apartamos de la realidad, de la pobreza, de la gente que vive encima del estero. Detrás de los muros tenemos un jardín artificial bonito. La ventaja del espacio abierto es que reduce la tensión entre pobres y ricos.
¿Y eso ocurre en el Malecón?
Sí. Allí se rompen las barreras. Cientos de indígenas caminan por estas obras y las disfrutan, porque una parte esencial del ser humano es la recreación.
¿Dónde vive usted?
En Urdesa, un barrio que se ha desarrollado desde los años 50 con dinamismo.
¿Cuál fue el concepto de regeneración que se aplicó en Urdesa?
Se pensó en retomar hábitos que la gente común tenía en días menos agitados y con más seguridad. En devolver a los ciudadanos el clima de honestidad, de integración, que se sientan queridos y respetados.
¿Lo ha conseguido?
Sí, pero ahora siento temor porque fui asaltado en el barrio, y cuando uno es asaltado cae enfrente suyo una realidad que le dice que todo lo que usted conocía es inseguro. Se pierde mucho la inocencia.
¿No es contradictorio pensar en espacios abiertos, pero inseguros?
Las zonas regeneradas tienen su propia seguridad. Pero creo que la seguridad no sólo debe provenir de la Policía, sino del trabajo de los buenos gobiernos. Cuando me tocó trabajar en plazas como La Merced, pensé que estaba inserta en un entramado de gente, bancos, comercios... La plaza no puede ser cerrada, porque el cerco es excluyente y decidimos ser permeables a todos los estratos, a todo lo que fluye en la ciudad.
¿Tenía usted nostalgia del Guayaquil de la infancia?
Crecí hasta los seis años en una zona entre Quevedo y Santo Domingo. Cuando llegué a la ciudad casi me muero, me ahogaba. Quien llega a la ciudad no sólo encuentra una carencia de espacio, sino de la inocencia que hay en los pueblos, donde el diálogo es más honesto. En el espacio público todos se integran de una buena manera y disminuyen las tensiones. Eso está relacionado con el hecho de que da libertad al espíritu, y eso da libertad al pueblo.
¿Es esta una sociedad más libre?
Luego de 20 años de darle la espalda al borde, de ir allí a botar basura, la ciudad descubre que tiene un río de gran valor escénico y con historia, y una isla que mejora la calidad del aire, y mucho potencial para desarrollar modelos de gestión novedosos y creados aquí. La ciudad demuestra que es capaz de autogenerarse, de autoabastecerse y de reeditarse.
La gente no puede sentarse en todos los sitios del Malecón 2000 y en algún momento no podía besarse...
Yo he sido uno de los autores de muchos ‘muros asiento’, como la pileta elíptica de Vicente Rocafuerte, pensada para que la gente se siente. Pero hay una barrera invisible entre los arquitectos y las personas de la limpieza y de la seguridad.
¿Hay censura?
Sí, y no sé por qué...