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Ciudades dentro de la urbe.

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  • Agosto, 2006
Revista Semana - Portada Revista Semana

Ciudades dentro de la urbe.

Guayaquil posee más de 15 centros comerciales para una población que bordea los 2 millones de habitantes. Las superficies destinadas para estos espacios se incrementaron frente a las dirigidas a las industrias.

  Rosa María Endara, de 50 años, recuerda, con algo de nostalgia, aquella época (década del 70 y principio de la del 80) cuando salía de compras al centro de la ciudad. Caminaba por la calle Aguirre en busca de telas, por la 9 de Octubre cuando requería algún electrodoméstico y por Pedro Carbo cuando necesitaba comprar zapatos. "Todas las calles estaban segmentadas. Había una zona pa­ra cada cosa, aunque en ciertos sectores uno podía encontrar de todo".
 
  Dice que la gente buscaba el centro de Guayaquil porque allí se aglutinaban to­dos los negocios. "Era común encontrarse a los vecinos comprando, en es­pecial en la temporada navideña".
Pero ni el calor tropical, típico de urbe, ni la inseguridad fueron atenuantes pa­ra que los porteños dejaran de salir a comprar al centro. Lo único que amila­nó la connotación que tuvo el casco comercial fueron los centros comerciales que surgieron desde 1979. Desde ese año, a más de crecer el nú­mero de estos lugares, un segmento de los guayaquileños (en especial la clase alta), prefirió realizar sus compras en es­tas enormes cajas de cemento en vez de las aceras al aire libre. Donde quiera que vaya, un centro co­mercial está cerca. En las ciudades me­dias y grandes, estos lugares se erigen como las nuevas zonas de reunión, de consumo y de entretenimiento. Han al­canzado una posición estelar entre los atractivos turísticos y se han convertido en íconos de desarrollo, en puntos es­tratégicos de la actividad comercial ur­bana. También se constituyen en opor­tunidades de negocios para los empre­sarios.

A más de ser lugares seguros para el consumo y el esparcimiento, ocupan un importante espacio en el paisaje urba­nístico. La ciudad que quiera figurar co­mo moderna no puede prescindir de es­tos lugares. Los beneficios que ofrecen son mu­chos, dice Jorge Alvear, un joven uni­versitario que acude con frecuencia al San Marino y al Policentro. "Un centro comercial no es solo para ir de compras o para ir a comer. Es el lugar perfecto para hacer diligencias, ir al banco sin miedo a ser asaltado, enviar una carta por correo, pagar los servicios básicos, enviar una hoja de vida para un trabajo. Todo esto se puede hacer más rápido y con más comodidad. Muchos compañeros de mi aula di­cen "vamos al San Marino a no hacer nada y lo hacen simplemente por que­mar el tiempo. Son muy pocas las cosas que no se pueden hacer en un centro co­mercial. En los más grandes hay de to­do".

Diversión, comercio y seguridad
Ir de compras al centro de la urbe, por más regenerado que esté el sector, implica inseguridad, tiempo para bus­car de calle en calle lo que se requiere, falta de estacionamientos y de servicios públicos, poca ventilación y escasa di­versión para los niños.

  Por ejemplo, si usted va al Policentro, tendrá la tranquilidad de dejar su vehí­culo en un aparcadero, la seguridad de realizar una transacción bancaria sin ningún riesgo (el lugar  posee 4 agencias bancarias), contar con diversos locales comerciales y, aunque no tiene patio de comidas, existen sitios en donde el visi­tante puede comer. El Mall del Sur oferta la ventaja de te­ner bajo un mismo techo cinco almace­nes de venta de electrodomésticos. Un ambiente agradable de compras, apar­caderos con guardianía y cines. Además posee agencias bancarias, un Megama­xi y varios locales con vista a la calle. Si­milares características poseen los Rio­centros (Sur, Los Ceibos y La Puntilla).
Para el arquitecto urbanista, Douglas Dreher, lo que Ocurre en Guayaquil, con los centros comerciales, pasa en todas las ciudades de América Latina. "Se tra­ta de una tendencia norteamericana que se expande y cuyos resultados son bue­nos para el cliente, porque este siempre busca un buen clima para realizar sus compras y algo de seguridad. Tienen gran éxito en las sociedades latinas y en la norteamericana, pero no gozan de la misma afinidad en países Europeos. Allí, los habitan­tes prefieren caminar por las calles en busca de algún bien o servicio. En estos lugares persiste la costumbre de cami­nar, por ello grandes avenidas se han convertido en vías peatonales con el pro­pósito de que la gente compre con cal­ma lo que requiere. Así se incentiva a los habitantes a recorrer las vías y se los involucra en un mundo real y no artifi­cial como son los centros comerciales.

Pero la climatización que existe en estos sitios no es determinante. Existen ciudades más calurosas que Guayaquil en donde los habitantes buscan las ca­lles para hacer sus compras. Esto es un problema de cultura, dice la psicóloga Mariela Veintimilla. "Nosotros tenemos la idea de que to­do lo que procede de Estados Unidos es bueno y en función de ello nos condi­cionamos. Creemos que el comprar o comer en un centro comercial nos hace más importantes. La zona comercial de la urbe (el centro) pasó de moda, por tanto, ir a comprar algo allí o a comer se lo relaciona con las clases populares y eso a la mayoría de gente, sea de clase alta o media, le disgusta".

En la parte arquitectónica, Dreher considera que los centros comerciales que posee la urbe se han constituido en íconos urbanísticos que además permi­ten el desarrollo económico de los sec­tores en donde se encuentran ubicados. "En las ciudades latinas la expansión de estos lugares es más notoria, se los considera parte del paisaje por el atractivo­ que representan para el turista. Además han permitido que zonas que antes eran consideradas deprimidas económicamente tengan un repunte. Un ejemplo, en la ciudad, es la avenida 25 de Julio que a pesar de ser muy transitada no era comercial, ahora sí lo es por el Riocentro Sur y Mall del Sur".

Una de las debilidades de los centros comerciales de Guayaquil es lo poco llamativo de su estructura. Son escasos los sitios cuyas fachadas están bien elaboradas. La mayoría se presentan como cajas de cemento con pasillos largos. Un buen diseño exterior, dice Dreher, proporciona una imagen externa agradable que adorna a la ciudad. Un centro comercial es un atractivo por el simple hecho de la labor que se desarrolla en su interior, pero puede ser un referente turístico importante si posee una fachada elegante como la que tiene el San Marino.

Para el sociólogo Héctor Chiriboga, ex investigador en el Área de Estudios Urbanos del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), la urbe aparentemente tiene demasiados centros comerciales para una población que bordea los 2 millones de habitantes de los cuales solo el 50% tendría los recursos para comprar en estos lugares.No se ha realizado un estudio pero a simple vista (por los cordones de pobreza) da la impresión de que el mercado está saturado, si consideramos que solo un millón de personas estaría en capacidad de comprar allí.Además Chiriboga relaciona esta expansión, con las remesas que envían los ecuatorianos desde el exterior.No sabemos si existe un estudio, ejecutado por los directivos de estos lugares, en donde se determine que unsegmento de la población recibe dinero y por tanto se requiere darle diversas alternativas de consumo y entretenimiento.

La expansión le atribuye a que el centro de la ciudad pasó de moda y a que la moda actual es ir a los centros comerciales, ya que estos ofrecen varios servicios que no los encuentran en la calle. El centro no proporciona seguridad, buenos aparcaderos, climatización, el cliente en pocos metros cuadrados encuentra casi de todo. Juego para niños, patio de comidas, almacenes de telas, librerías, casas musicales, zapatos, grandes tiendas, bancos, almacenes de electrodomésti­cos, artículos para el hogar y tantas co­sas que de pronto, en el casco comercial, no logrará encontrar.

Pero a pesar de que existen más de 15, todos se hacen competencia entre sí, dice María José Avilés, jefa de marke­ting del Policentro. Existen lugares que son favoritos para un determinado pú­blico pero eso no implica que por ello no se sienta el peso de la competencia. Nosotros somos líderes, por nuestras tiendas, por la seguridad y garantía que brindamos, pero eso no nos hace sen­timos confiados, siempre buscamos darle lo mejor al cliente. La tendencia actual, en centros co­merciales, es ofertar de todo. En Co­lombia algunos de estos sitios tienen condominios, hoteles, oficinas y hasta hospitales incorporados. Lo mismo es­tá sucediendo con el Mall del Sol en Guayaquil. El sector tiene un hotel, ofi­cinas, se construye condominios y se proyecta un hospital.

El principal objetivo de estos centros, dice Veintimilla, es que el cliente no ten­ga que abandonar el lugar bajo ningún concepto. Si tiene que hacer algo que lo haga allí porque eso implica que no gas­tará el dinero en otro sitio que no sea ese. Guayaquil, para entrar a las grandes ligas de las ciudades modernas, dice Chiriboga, debe tener íconos arquitec­tónicos como el Malecón 2000, el cerro Santa Ana, el Centro Cívico y los centros comerciales que posee. Simplemente porque así son las ciudades modernas o por lo menos las que tienen tendencia norteamericana. "En algunas urbes de América Lati­na, aún existen las avenidas en donde se ubican las grandes tiendas, pero Guaya­quil perdió ese protagonismo en su cas­co comercial. Allí después de las 21:00 pocas personas transitan".

Todavía tiene la relevancia política de todo centro urbano, por la Municipali­dad y la Gobernación, pero ya no tiene la connotación comercial de hace 20 años.
Doña Rosa Endara sigue comprando en el centro, todavía camina por el Gran pasaje y visita una que otra boutique en el sector de La Merced. Dice que le gus­ta recorrer la ciudad, pero no niega que acude con frecuencia a los centros co­merciales.

Algunos de ellos
San Marino: su nombre deriva de la tradición marinera de la ciudad. Se ubi­ca en la avenida Francisco de Orellana y Plaza Dañín. Posee 200 locales comerciales.­
Mall de Sur: es uno de los últimos que se inauguraron en Guayaquil (octu­bre del 2004). Está en la avenida 25 de julio y Ernesto Albán.
Aventura Plaza: tiene un nuevo con­cepto en centros comerciales. Tiene lo­cales independientes tipo mini edificios. Cada local posee acceso independiente. Está en la avenida Las monjas y la Car­los Julio Arosemena.
Riocentro Sur junto al Mall del Sur son los únicos que están en esa zona sur. Tiene un hipermarket y sala de ci­nes.
La misma cadena tiene dos locales más, uno en Los Ceibos y otro en Sam­borondón.
Albán Borja: atiende hace más de 20 años. Posee varias agencias bancarias. Cuenta con 100 locales comerciales. Se encuentra en el kilómetro 3 de la vía a Daule.
La Rotonda: se ubica en la X etapa de la Alborada. Posee 50 locales comercia­les.
Plaza Mayor: se fundó hace 15 años. El lugar está dividido en Plaza Mayor 1, 2 Y cuatro cadena de almacenes.
Mall del Sol: se destaca por sus tiendas, patio de comidas y la cadena Cinemark.
Policentro: se inauguró hace 28 años, posee grandes  tiendas como De Prati, Casa Tosí, Supertaxi, Picca y Juguetón.
Plaza Quil: se ubica en la parte posterior de San Marino y cerca del Policentro. Es un sitio cuyos locales tienen  vista a los estacionamientos
Unicentro: es el mas grande que existe en el centro de la urbe, también está entre los primeros que se inauguraron en Guayaquil.

/douglasdreherarquitecto

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